Es un hecho que todo tarotista, ya sea inconsciente o deliberadamente, bien por su formación o su código personal, ha asignado a los diferentes arcanos un tipo de energía que asocia a actividad o pasividad. Pero relacionar estas asociaciones a lo que también hemos aprendido sobre las energías Yin y Yang tal vez nos coloque en un terreno menos seguro. Y esto podría ser porque la filosofía Ying/Yang es ciertamente una forma de vida arraigada milenariamente en una cultura diferente a la nuestra y la cual nosotros sólo hemos conceptualizado. Es decir, la entendemos pero quizá no hemos integrado. Dicho así, entramos en conflicto cuando un arcano nos parece contener ambas energías yin/yang y si es por tanto activo o pasivo según nuestro código. Tal vez, lo más conveniente sea establecer nuestro propio código de activo/pasivo para cada arcano y en términos de energías Yin/yang también. Y en una lectura confiar en que tu intuición y Lo Que Es te llevará al lugar correcto.
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Los límites del código
Una invitación permanente a soltar las certezas
Cualquier código es un acuerdo de comunicación y acordamos innumerables códigos para prácticamente TODO en nuestras vidas.
Pero estos códigos están impregnados de nuestros condicionamientos y vivencias y eso es algo que deberíamos tener presente, porque desde ahí, los códigos tienden a hacerse personales.
Cada tarotista ha heredado un código que utiliza en sus interpretaciones, pero si entendemos que somos un canal que usa el Tarot como herramienta, es importante tratar de distinguir la delgada línea entre el código, nuestras proyecciones personales y hasta el código que pueda traer el consultante.
Hay una invitación permanente a soltar las certezas y humildemente abrirnos a la naturaleza insondable del Espíritu y del Tarot como herramienta.
Una muy buena estrategia que puede ayudar en este punto es siempre cuestionar: a nosotros, al Tarot y al consultante, entendiendo que no somos portadores de la verdad absoluta y abrirnos constantemente a la idea de que nuestros códigos van a ir “evolucionando” y enriqueciéndose con nuestras experiencias. Son mutables, por decirlo de alguna manera, y aunque los vamos personalizando, también deben conservar su esencia universal pues al fin y al cabo, el código es parte de un acuerdo para comunicarnos. Los hacemos nuestros sin que dejen de ser parte del colectivo.
Si entendemos esto y estamos abiertos a ser un canal para transmitir un mensaje, nuestro trabajo en cada lectura, será buscar la congruencia, la coherencia y si… La conexión con El Espíritu.